Me duele la boca de decirlo es el nombre del disco que marcó los inicios de esta banda, y me va a doler la mano de escribir lo siguiente. Hora Zulu es una de las mejores bandas que ha dado la península ibérica con su riqueza cultural, y eso es lo que tuvimos el placer de presenciar el pasado 12 de noviembre. Se cumplen 20 años del lanzamiento del primer disco de los granadinos, y qué bien ha envejecido.
Me comentaba María durante el viaje que, a sus 14 años, asistió a un concierto de esa primera gira; ni más ni menos que Slayer, Narco y Hora Zulu, el 11 de julio de 2002. Somos de Madrid, y el pasado fin de semana se nos presentó un plan redondo. Solemos bajar a Archivel, un pueblo del noroeste murciano, a ver a mi familia y no podíamos dejar pasar la oportunidad de ver a uno de los grupos que más nos ha marcado, en una sala como el Garaje, celebrando el aniversario del disco que nos ha acompañado durante 20 años.
Os podéis hacer una idea del plus emocional que supone todo esto, así que trataré de ser lo más objetivo posible sin dejarme llevar por el enamoramiento. Aun así, a veces es bueno dejarse llevar, y más cuando la situación lo merece como os contaré a continuación.
Son las diez de la noche y el ambiente se respira en la puerta del Garaje Beat Club, la verdad es que los 20 grados de temperatura que nos regala Murcia en una noche de otoño invitan a beberse una cerveza. Entramos, es una sala amplia y de esas en las que da buen rollo estar, ¡y tiene un patio pa’ fumar! Me llama la atención lo curioso que han dejado el escenario. Ni un cable por el suelo, no hay ampli de bajo, el Kemper de Paco y una batería transparente con dos toms aéreos que parecen ser electrónicos, cosa que también me llama la atención. Un pie de micro, con su cable y unas vueltas de cinta aislante es lo que le da el toque al asunto. No hay trampa ni cartón, pero sí una gran pantalla de leds al fondo.
Son las 23:00 y una nube de humo pone nerviosa a la gente de la sala y a nosotros, claro. Miro hacia atrás y veo un mar de cabezas, camisetas negras y minis de cerveza (aquí también los llaman cubalitros). María prepara la cámara; sacamos la libreta y después de una breve intro nos damos cuenta de que hemos perdido el tiempo peinándonos esta tarde, el primer golpe de Por los ceniceros nos deja los pelos como a Doc, el de Regreso al Futuro.
Aparece Aitor engalanado con su característico gorro y la chaqueta Fila, que quizá sea un dato tonto o quizá sea otro de los puntos que nos hacen sentirnos como en casa, como en el parque con los amigos. Esta gente no trata de ocultar a la persona que hay detrás del músico y esa es una parte muy importante de la conexión escenario-público, no hacen falta muchos fuegos ni indumentarias, todo lo que quieren decir lo dicen con su música. Unas luces rojas dan paso a Camarada, es un tema con mucha energía y pone a bailar a toda la sala. El concierto ya ha empezado, y Aitor aprovecha para soltar alguno de sus chascarrillos entre canción y canción que propician aún más ese buen rollo.
Toca saltar con Mis barraqueras, y en este tema se hace patente la preparación que lleva la banda de sus shows. Tanto Aitor como Paco y Álex van ‘a pelo’, lo normal en salas de este tipo, con su instrumento y su monitor. Sin embargo, Javi Cordobilla a la batería lleva unos in ear y un ordenador desde el que se envían las pistas de relleno de muchas canciones, como es el característico ‘ay ay aaaayyyy’ que suena poco antes del minuto 3 de este tema. Es Javi quien lleva la batuta en los directos de esta banda y con este tipo de técnicas demuestran el nivel de compenetración que tienen entre ellos, que no es más que la suma de la experiencia y el trabajo duro que llevan haciendo estos 20 años. También en estos 20 años han aprendido muy bien qué temas son los que ponen al público a cantar, y así con Toma y obliga cierran este pequeño primer bloque.
Otra de las cosas que más hacen disfrutar de la banda es el nivel de conexión que alcanza el público cantando esas letras, las que no has escrito pero se hacen tuyas. Observas a MPM con sus ojos bien abiertos y su mirada fijada en un horizonte desconocido escupiendo palabras mientras las vas saboreando en tu boca, como si de las tuyas propias se tratase. Y todo esto aliñao con un break de batería para rematar, y llevamos cuatro canciones y yo ya me puedo ir a dormir tranquilo. Ahí veo realmente lo bien que suenan esos toms tan raros que lleva Javi, ¡qué nitidez!
Otra intro al estilo de las instrumentales que adornaban su penúltimo disco, con unas melodías que nos recuerdan a los jardines de la Alhambra y el sonido de un helicóptero (nótese el contraste) da paso a De-Que-Rer-Ser, acompañada de una iluminación azul violáceo dando un ambiente oscuro a la velada que se intensifica cuando empieza a sonar Beatus ille, del disco La voz del amo, que comienza con un ritmo lento y un tapping en la guitarra que tiene una sonoridad muy peculiar. Tanto que perdí es el siguiente tema y forma un pogo (en Murcia a veces también llamado ollas) que, me sorprendió por una peculiaridad que pocas veces he visto. Esta violenta y fascinante congregación social suele ocurrir en el centro de la sala, a unas tres o cuatro filas por detrás de la línea del escenario pero en este caso no fue así, hicieron el pogo en un lado. ¡Por un lado! Lo que aprende uno viajando.
No pierde el tiempo Aitor entre tema y tema, o incluso dentro de los propios temas, para hacer algunas de sus bromas. Esas que hace pero sin reírse, que sabes que está de coña, o no… El pasado sábado le encontré especialmente animado, y no sólo a él sino al resto de la banda también. “¡Paco no bebas!”, le decía, y Paco respondía con un ruido de guitarra que hacía a la gente gritar… Hay que ver lo que le quiere el público. Tuve el gusto de escuchar un mensaje de Paco Luque antes de llegar, en el que comentaba que era un placer para ellos comenzar esta gira en Murcia porque es una ciudad que siempre les ha acogido con mucho cariño. Sumado a la emoción por estar celebrando este aniversario realmente se les notó muy a gusto, y es que cuando una banda se lo pasa bien, el público se lo pasa mejor. Se nota y se contagia.
Llega el momento de repasar algunos temas de su disco ‘Siempre soñé saber sobre nadie negó nunca nada’, con Que me mata y Gabinas de cochero hacen las mieles de mis orejas. Tengo especial cariño a este álbum y mucho más a la siguiente canción: Nuestro entonces. Aprovechando la situación tengo que hacer otra vez el chiste con nombre del disco… Me duele la boca de decirlo, esta es la mejor canción de desamor jamás escrita. Es mi opinión y, si no es la tuya, quizá debas darle otra vuelta en tu tocadiscos y deleitarte de nuevo con esos versos que dicen: Nuestro entonces por mi ahora, nuestra nada por mi nada. Viendo volar a mi alma enamorada junto a tu huerto y tu higuera, donde vine un día a enterarme a que sabían las primaveras. Y como les quedaba el momento muy íntimo, se les ocurrió cerrar este bloque con otro temazo de su último trabajo (de canciones nuevas), Cave ventum.
Cerramos la primera parte del concierto. Tengo que hacer una especial mención a Manuel Romero, el sustituto de Álex Bedmar al bajo. Sin duda lo que fue una gran pérdida para la banda, su fuerte presencia y su bajo por los tobillos han sido sustituidos hábilmente por este fuera de serie. Una técnica depuradísima y mucho, mucho groove hacen de Manuel un pilar muy fuerte en este nuevo sonido que nos ofrece Hora Zulu. Suena contundente y suena bonito, todo está muy bien atado.
Aparece la portada del álbum al que venimos hoy a rendir culto en la pantalla del fondo. No me lo esperaba y me pareció algo muy interesante, la hora que nos queda de concierto está dedicada única y exclusivamente a repasar las canciones de su primer trabajo. Comenzamos con Agua de mayo. Ya huele a sobaco y cerveza, estamos en pleno subidón y las primeras notas de Tango, seguida de Andaluz de nacimiento, ponen el pogo a centrifugar como una lavadora. Como ya venía diciendo, hoy el grupo se ve especialmente cómodo y Aitor nos lo demuestra echándose unos buenos bailes mientras suena Dice el poniente.
Una parada para respirar se agradece. Paco Luque brinda con una botella de Jack Daniel’s arropado por un público que se deshace en halagos hacia él. Pude escuchar comentarios entre el público sobre lo buen guitarrista que es y es que se ha ganado el cariño de la gente no sólo por ser un gran guitarrista, sino también por ser una gran persona.
Es un placer escuchar estos temas con el sonido tan fresco y potente que traen a sus directos. Con toda la esencia y unas melodías distintas a las de la grabación original, entra De buena mañana. Un tema muy bien arreglado al directo que termina con un solo de guitarra espectacular y un bajo muy destacable. Yonki supastar es la siguiente y nos recuerda que ni las rastas ni la cresta te convierten en artista, y estos cuatro nos lo demuestran. El arte se demuestra ahí, sobre las tablas.
La buena forma de Aitor se hace visible con el tema En el andén. No se come ni una sílaba, tampoco le vi beber mucha agua, y no sólo es destacable su capacidad vocal. Las dotes interpretativas del vocalista fueron más patentes que nunca y esta vez le vi cantar esas letras con un sentimiento que no había visto en otras ocasiones.
Seguimos con Tientos y tras una pequeña instrumental pudimos escuchar Golpes de pecho. Un tema fuerte, tanto su letra como instrumentalmente. Como dato curioso cambiaron la famosa frase de Bertolt Bretch por otra del autor Goethe. “¡De Goethe Paco, de Goethe!”, exclamaba Aitor a su compañero que había sido el artífice de la idea.
Ya sabemos que queda poco, las luces rojas predominan durante toda esta segunda parte del concierto y, cuando Aitor se pone el gorro, significa que viene un rapeo intenso. En el lugar a estar es uno de los temas que más destacan vocalmente, seguido de Y no protesto, que hace enloquecer al público con esa batería que remata el tema con una caja a negras, que venía sonando increíble durante todo el concierto.
Se acabó, escuchamos las primeras notas de A ver si me entiendes, novena canción del álbum y vigésimo cuarta y última de la velada. Cómo mola ver a los músicos disfrutar, al público saltar y los decibelios rebotar por toda la sala. Manejando a su antojo el lenguaje, sale Aitor del escenario y nos deja con la base instrumental de la banda acabando el concierto con un acople de guitarra y bajo, mucho ruido y muchos aplausos.
En definitiva, un show espectacular. Es un placer ver a una banda madurar de esta manera, como el buen vino, a fuego lento. Un sonido renovado pero sin perder ni un ápice de su esencia, de lo que nos enamoró hace muchos años y que a día de hoy sigue siendo capaz de sorprendernos.
Muchas gracias por lo que hacéis, y que dure muchos años más.
Crónica: Sergio Pérez
Fotos: María Candela