Eramos muchas las personas que teníamos marcada a fuego la fecha del de junio de 2022: los míticos Red Hot Chili Peppers iniciaban su gira mundial en Sevilla para luego acudir a Barcelona el día 7 como únicas fechas en nuestro país. Las alarmas empezaron a saltarme en la cabeza cuando me fijé la promotora que llevaba el concierto, ya que, por experiencias anteriores, podía ver en mi bola de cristal que iba a haber dos zonas de pista diferenciadas donde si pagabas más dinero, más cerca estabas (creo que ya os hacéis una idea de a quienes me refiero).
Llegó el ansiado día y me fuí al Estadio Olímpico de la Cartuja al mediodía porque me imaginaba que habría bastante gente haciendo cola, probablemente desde la noche anterior. Pero mi sorpresa fue que tampoco había tanta como me esperaba. Pese a la fama del calor sevillano cuando llega ese mes, ese día la temperatura era ideal, hasta con algo de aire fresco, pero el sol picaba bastante (de hecho más de uno que fuimos sin crema solar acabamos quemados). Uno de los primeros fallos de organización que debo de resaltar fue que a eso de las tres de la tarde la gente empezó a moverse porque estaban llevando a la gente a ese recorrido serpenteante para llegar a los aledaños del estadio sin ningún tipo de aviso para la gente que estábamos alejados del personal de seguridad del recinto.
Con unos 20 minutos de cierto retraso, ya me encontraba en la pista del estadio para disfrutar del primer telonero del concierto, Thundercat. Lo que me apenaba en primer lugar fue, para las dimensiones del recinto, la escasa presencia de gente a pesar de la calidad del artista y con un estilo musical muy acorde al del evento que tenía lugar. El segundo fallo, sin duda alguna, fue el sonido, ya que era muy difícil apreciar diferenciar los sonidos entre cada uno de los músicos que estaban sobre las tablas, incluyendo la voz del propio Thundercat que es bestial. El que destacaba, no solo por el sonido, era el batería, ya que ese groove era de otro mundo, desde luego era para mover el esqueleto a base de bien. Con unos 40 minutos de actuación, tengo que decir que la actuación se vió empañada por ese mal sonido, no solo por el recinto que no es uno de los mejores de Sevilla, también por la ecualización.
Con la típica pausa para los cambios de equipo, más de una persona pensamos en pedir algo para beber porque hacía falta algo de hidratación, pero hay estaba otro de los fallos desde mi punto de vista: los precios. El hecho de pagar por el vaso por el tema del reciclaje me parece una buena idea, pero también se puede tomar la idea que se hace en muchos eventos de poder recuperar el dinero de vuelta si no te quieres llevar el vaso de recuerdo (que mucho sentido no tenía porque no era un vaso personalizado del concierto), por no hablar de que costaba cinco euros ese único formato. Del precio de la botella de agua mejor no hablar.
Llegaba el momento de uno de los mejores momentos de la velada: el mítico Beck era el segundo artista que sustituía al rapero ASAP (para alegría de muchos de los que acudíamos). El sonido mejoró notablemente en este momento y, con alguien de tal calibre, ya se avecinaba un gran concierto. Haciendo un repaso a su larga carrera, tuvo para provocar un amplio abanico de sentimientos: canciones para saltar, bailar, estar en estado de trance… No hay suficientes palabras para poder describir lo que es vivir un concierto de una leyenda del estilo progresivo alternativo. Lo que no me sorprendió mucho fue que, a medida que iba avanzando su concierto, el estadio se iba llenando más y más (principalmente la zona de pista para ver al cabeza de cartel). Sigo sin comprender la actitud de no ver a los teloneros, más aún teniendo en cuenta el precio de las entradas. Con el mítico Loser, tengo que decir que Beck dejó un gran sabor de boca en la capital andaluza y que se hizo corta esa hora, llegando incluso a querer algo más.
Por fin llegaba la hora de la verdad. El estadio estaba casi al completo: las gradas llenas, la zona de pista barata a rebosar pero, en la zona que era un poco más cara, había bastante hueco libre. Por fin hicieron acto de presencia tres de los cuatro jinetes: Flea, Chad Smith y el retornado John Frusciante pisaban las tablas ante un enorme griterío para hacer esa jam de intro antes de dar la intro de la inigualable Can’t Stop para que el legendario Anthony Kiedis hiciera acto de presencia y comenzar la fiesta. Todo fue un no parar con una selección de temas de lo más variada si miramos a los clásicos que trajeron: hubo paso por el Stadium Arcadium con Snow, Charlie y Tell Me Baby, las imprescindibles Scar Tissue, Californication con esa intro entre Flea y Frusciante preciosa, Under The Bridge o By the Way. Por supuesto no podían faltar las canciones del disco que venían presentando: Black Summer, These Are the Ways o Aquatic Mouth Dance para dar un amplio repertorio de sensaciones. En lo que respecta a la escenografía, las proyecciones sicodélicas de las pantallas le daban un extra, aunque lo malo era el sonido, ya que había momentos en los que parecía que iba bien la cosa, aunque en otros momentos daba que desear para el grupo que estaba actuando pero, como decía, el estadio sevillano no es que sea de lo mejor en temas de acústica. Hubo momentos en los que, de no ser por el público, Anthony se equivocaba de momento en la letra, por no hablar en los que tuvieron que darle un toque de atención con la mirada sus compañeros a Frusciante porque, de querer lucirse tanto con los solos (que tampoco es que fuesen solos malos) se iba de los tiempos. Pasó como con Beck, hubo saltos, bailes, momentos más tranquilos, aunque lo que no faltaba era la enorme respuesta de la gran cantidad de personas que nos dejamos la voz con todas y cada una de las canciones. Volviendo al tema de las canciones, hubo dos que sorprendieron mucho en el repertorio: Soul to Squeeze y Nobody Weird Like Me. Sin duda alguna, la gran queja fue unánime: 17 canciones pero que solo dieron para una hora y 40 minutos de duración. La gente quería por lo menos dos horas de duración, es comprensible, pero también hay que tener en cuenta que es el primero de muchos conciertos en una larga gira mundial que se les avecina a unos músicos que ya tienen una cierta edad.
La salida del recinto fue algo caótica y, por lo que tengo conocido, hubo muchas quejas con el tema de los autobuses lanzadera que se habilitaron, ya que no fueron suficientes.
A nivel personal, ya que no fui en calidad de prensa, esto fue el sueño de un pequeño niño que se crió escuchando a esta legendaria formación de funky y que no pudo evitar echarse a llorar cuando asimiló que estaba viendo de verdad a uno de sus grupos favoritos desde que tiene uso de razón (si, no me importa reconocer algo porque me parece importante recalcar el poder que puede tener la música en nuestras vidas). Vivir un concierto de Red Hot Chili Peppers es algo realmente especial y único, sobre todo si vuelve a contar entre sus filas con el mejor guitarrista que han tenido en toda su historia. Si a eso le sumamos los teloneros que había en el cartel, todo habría sido de diez de no ser por los fallos de sonido y el caos organizativo