El pasado sábado 2 de abril se daban cita en nuestro refugio sonoro de referencia, la sala Trinchera, dos bandas que “guarrocanrolean” de lo lindo, como son nuestros queridos Loncha Velasco y, una de las bandas de rock más humanas y cercanas de todo nuestro panorama nacional, nada más y nada menos que Los de Marras. Por mi parte, tenía muchas ganas de volver a ver un directo de los valencianos con el último disco bajo el brazo, ese Peligro Esperanza, que, si aún no le has echado la oreja, no te vas a perdonar no hacerlo a la voz de ya. Primera vez que los veía en mi ciudad, Málaga, cosa que agradecí personalmente a Agustín antes de que diera comienzo el concierto. Mención especial a esa portada preciosa, de las más bonitas que he visto nunca, en la que se puede ver la silueta de un niño mirando con un catalejo en el interior de una bocallave, lo que intuimos que es la Esperanza en el horizonte: ¡Peligro Esperanza! Insisto, precioso.
Por otra parte, desde Algo de Rock también teníamos muchas ganas de cubrir un evento de Los de Marras y, por supuesto, volver a disfrutar y apoyar a nuestros amigos de Loncha Velasco, que siempre nos tratan tan bien y nos facilitan las cosas. Gracias de parte de todo el equipo.
Sin más, vamos a analizar lo que ha sido una noche de goce y jolgorio absoluto. A las 22:00h puntual se abría el telón con Rafa Muriana y su gamberro séquito para volver a poner la Trinchera patas arriba, como ya lo hicieran el pasado mes de diciembre junto a Radiocrimen. Como no, volvió a aparecer por el escenario la señora abuela, de los Loncha y yo creo que ya de todos nosotros, porque ya sabéis, se ha hecho tinder, y liga más que todos nosotros. “Ezo é azín”. La peña se iba animando y si alguno llegaba triste o de capa caída, ya se le habían quitado to’ las penas con el buen rollo que se desprendía del escenario. Por supuesto también vino a visitarnos el camello, y así entró en éxtasis el respetable con dónde está mi coca, los pogos se iban sucediendo, más aún cuando nuestro rey Rafa, que él sabe muy bien que en el fondo es por la pasta, nos ordena dividir la sala en dos, para después fusionarnos en una masa heterogénea de gente que baila, grita y derrama birra por doquier. Y para cerrar, un último temazo, menos mal que no hubo gatillazo.
Tras la sacudida de Loncha, llegaba el momento de, tras un par de caladas, seguir cantando y bailando canciones eternas, en este caso, como no podía ser de otra manera, con nuestros amigos procedentes de la zona de Levante. Veteranos de carretera, maestros del rock callejero, salieron como un cohete para, cuando al filo de las 23:30, sonar como si un cañón acabase de despegar a tu vera. Sonido brutal, fiesta total. Había muchas ganas de Los de Marras, se respiraba en el ambiente. No podía decaer el ritmo trepidante y nos fuimos a callejear, que es lo que hacemos los compas que sabemos que vivir es +. Porque como un poeta dijo, “Pa curar esta locura, un buen chute de Esperanza… para vengarme vengo, ¡Venganza!” Pero la diosa de la noche nos hizo volver 20 años atrás, para no encontrarnos perdidos en nuestra nueva realidad.
A partir de aquí iba a llegar un momento de pura emoción, una sucesión de canciones que penetran en el alma y duelen, duelen mucho. Más cuando empatizas. Inevitablemente dos lagrimones gordos, como dos gotas de lluvia, corrieron cuesta abajo por los caminos de mis mejillas. Qué sensibilidad chicos, de verdad. Todas esas personas que luchan contra esa puta mierda, quiero creer que les llega un poco de la energía de esta pieza. Gracias por hacerlo y por tener la valentía y el coraje de tocarla en directo. Un poquito de surrealismo con ser o no ser para volver a una de los mejores temas del Peligro Esperanza y, probablemente, de toda la discografía; y es que JAMÁS seré yo quien diga que una infancia tiene raza o patria. Otro temazo tremendo que retumbó en las entrañas de la Costa del Sol.
La fiesta continuaba con melodías que sonaban cada vez mejor, y es que nosotros jugaremos porque rendirse, amigo mío, nunca fue una opción. Y si en algún momento desfalleces, empiezas de 0, revolviendo otra vez, partes de nuevo, vuelves a nacer. Momento especial y mágico este con una sala entregada para una de las canciones más bonitas de los valencianos. Pero no había tiempo que perder y debíamos recuperar la rabia, por eso le preguntamos al señor ministro ¿de qué se ríe?, a ver qué diablos nos dice.
Entre medias, una bandera de Ucrania tomaba protagonismo en el escenario, entregada por parte del público. El vínculo era tal que, hasta un chico, entiendo que malabarista, subió a la tarima, invitado por Agustín, por supuesto, para hacer un mortal hacia atrás. A otro lo llevaron en volandas hasta el escenario y tuvo el honor de cantar con Agustín, que simpáticamente le cedía el micro para que cantara con él. Otro ejemplo de la humildad y cercanía que han mostrado durante toda la velada la banda para con sus fans, aspecto que quiero poner en valor y no dejar de comentarlo, ya que por desgracia cuesta ver en nuestro gremio cosa parecida. Es que incluso, al bueno de Agustín se le cayó una birra, y él mismo pidió una fregona para fregar el líquido. Cosas que, de verdad, no he visto nunca en otros artistas. Se agradece y hacéis que caigáis de puta madre. Así están después las salas por las que vais.
Aún había tiempo para más himnos, de rabia y dolor, como ese escápate, alegato total al derecho de vivir libre y feliz de todas las mujeres, toda la vida. Para defender ese derecho me arremango, para derribar el muro a base de rocanroles. Aún iban a pellizcarnos una vez más el corazón, aunque no fuese el último adiós, era inevitable inundarse de emoción. Pero ahora sí que llegó la catarsis final, porque… ¡cómo nos pone el ruido! Ya en este punto estábamos entregados, dándolo todo, con muchas ganas de bailar, cantar y de tener sexo en la calle, o en cualquier jardín. Y es que, sabiendo lo que nos esperaba, hoy nos hemos levantao de puta madre, las cosas como son.
Solo tengo palabras de agradecimiento, a los Loncha, a los genios de Valencia, a los técnicos de luces y sonido de la Trinchera, que estuvieron brutales como siempre, a todo el personal y al público por su saber estar, su buen rollo y su entrega con los dos bolazos. Que noche más guarra, más humana, más divertida, más rockera… todos los calificativos se quedan cortos. En definitiva, noche mágica en Málaga, que hace pensar que el Rock, si alguna vez se había ido, está de vuelta, y con buena salud. ¡Así que, peligro, que hay Esperanza!
Texto: Adrián Madueño Alarcón
Fotos: Carmen Tevar